El ser humano ha buscado, desde tiempos inmemoriales, una fórmula mágica e infalible que permita conquistar a la persona que se ama de una manera infalible. Desde Ovidio, que ya en el siglo 8 escribía sobre cómo seducir en Ars Amandi, pasando por Erich Fromm y su El arte de amar y llegando hasta Neil Strauss y El método, muchas son las publicaciones que abordan y han puesto su atención en intentar solventar este gran misterio de la humanidad, normalmente desde el punto de vista del hombre.
Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que, como algunos investigadores han señalado, existe una causa biológica que configura las reglas del juego más básicas de la seducción, y es que es la mujer la que elige, y el hombre el que debe tratar de seducirla. Si miramos a nuestro alrededor descubriremos que esto se repite una y otra vez en la mayoría de los casos. Por lo tanto, nuestra labor como artistas de la seducción consiste, a grandes rasgos, en presentar la mejor versión de nosotros mismos para que esa otra persona nos elija a nosotros.
Pero lo cierto es que no existe una forma que garantice el éxito absoluto. No hay una serie de frases que consigan por sí solas que la mujer a la tratas de conquistar quede totalmente enamorada de ti inmediatamente. Sí que hay una serie de pautas, o grandes errores que podemos evitar, basados en experiencias previas, pero que tampoco nos aseguran nada por un motivo fundamental desde el que tenemos que partir: todos los seres humanos somos la consecuencia de nuestras experiencias pasadas, y por lo tanto, lo que funciona para uno, puede no hacerlo para otra.
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